La máquina expendedora es un invento que revolucionó las ventas a principios del siglo XIX. Su creación proviene del mundo anglosajón (EEUU y Reino Unido) con la idea de poder vender diferentes objetos de interés sin la necesidad de contratar personas físicas que medien en la transacción.
Años más tarde, se extenderían por todo el mundo, vendiendo multitud de curiosos objetos entre los que se encontrarían los libros.
Pero, ¿cómo surgiría la idea de colocar estos productos en dichos lugares?
Todo comenzó en 1825 con un editor inglés llamado Richard Carlile al que le fascinaba la existencia de una serie de “libros prohibidos”, tanto, que llegó a pasar largas temporadas en la cárcel por la venta de ejemplares así considerados.
Al acabar su última condena, pensó en poder a difundirlos a través de las famosas máquinas. De este modo, podía crear un sistema de venta totalmente anónimo sin miedo a que fuera otra vez denunciado ante la ley.
Pero la historia no acaba aquí. En Estados Unidos se popularizó la llamada “Little Blue Book Vending Machine” durante los años veinte para terminar por popularizarse durante las siguientes décadas. Y es que a mediados del siglo XX era corriente toparse con algunas de estas máquinas.
Los lugares más comunes para la comercialización de los libros eran los hospitales, aeropuertos, estaciones de tren y de ferry.
Por otro lado, la empresa que más se “sumergiría” en la distribución de estas expendedoras sería Avon. Llegaría a tener hasta 210 máquinas repartidas por todo EEUU con un total de 24 títulos de bajo coste a la disposición de los clientes en cada una de las máquinas.
Asimismo, siguiendo un orden cronológico, en España no aparecerían las primeras hasta el año 2002, situadas en el metro de Barcelona para los transeúntes del lugar.
La verdad es que es extraño encontrarse alguna a día de hoy, ya que su auge pertenece al siglo pasado, pero tampoco descartes toparte con alguna máquina expendedora en algún curioso rincón cuando menos te lo esperes.
Fuente: Librópatas