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Nicolás Retana Garrido
Una memoria de ochenta años
“Dios, familia, patria, han sido, con altibajos, los vectores que han informado mi vida. Con el avance de los años todo parece más claro, más verdad, en la intimidad del ser y en su estar. La vejez, con las muletas de la ciencia y la técnica, se ha hecho más liviana y se la siente como una etapa más, normal y filosófica de la vida. Es la antesala del fin de nuestra existencia terrena, con la ventaja de que llegamos a ella por pasos contados, en un relativo y curioso proceso de adaptación. A veces han dicho nuestros mayores que mucho peor que ser viejo es sentirse viejo o, más literariamente, que éstos son jóvenes que no han muerto”.
“En todas mis actuaciones médicas he considerado que el protagonista es siempre el enfermo, el hombre en su complejidad somática y psíquica. Todo en él merece respeto y verdad. Es el único que tiene derecho a saber el futuro de su enfermedad. De ahí mi entender de que, cuando el médico adquiere la certeza de que la vida humana es irrecuperable, debe parar. Lo otro es ignorar la realidad de la máxima expresión de la vida, que es la muerte. Y todo esto, por la cuenta que me tiene, lo digo en mis postrimerías. Siempre he pensado que lo importante es establecer, si ello es posible, el punto de no retorno, aquél en que empieza el más allá, aunque el camino a recorrer se prolongue, a veces sorpresivamente, en el tiempo. Solo entonces el hombre adquiere su derecho a morir y a dejar morir, que no matar”.
ISBN: 978-84-943358-6-0
Editorial: ediciones ende
Año de publicación: 2014
Dimensiones: 15 x 21 cm Páginas: 286 Encuadernación: Rústica con solapas
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